La recuperación en salud mental no es un proceso lineal, hay momentos mejores y peores, pero todos ellos forman parte de este proceso. Así, a lo largo del camino pueden darse recaídas y crisis, momentos en que se agudiza el problema de salud mental o se atraviesa por un intenso malestar, que afectan a la realización de las actividades cotidianas.
Cuando se da una recaída clínica, hay un aumento de la sintomatología y a veces hay que tomar medidas como tomar o ajustar el tratamiento farmacológico, hacer un ingreso hospitalario, etc. Es importante que la persona pueda ser capaz de darse cuenta de qué le está pasando y aprenda a identificar esos momentos que afectan a su bienestar para así prevenir futuras crisis y, si se dan, disponer de herramientas para hacer un mejor manejo de la situación.
Las recaídas no solamente afectan a la persona, sino también a su familia y entorno cercano y a los equipos profesionales que las atienden. El entorno y los equipos pueden tener sentimientos de frustración o de culpa, y también deben adquirir herramientas para gestionar ese malestar y para ayudar y acompañar mejor a la persona en su recuperación.